Alex Prager es una fotografa atípica. Sus imágenes de tonalidades rotundas y sus personajes de alta intensidad nos hablan de sí misma a través de mujeres universales en circunstancias de confusión.
Un maremágnum visual que se mueve entre la casualidad, la cotidianidad y la extrañeza.
Hablar de Alex Prager es hablar de su gran vocación. La que le hizo adentrarse por cuenta propia en la disciplina de la fotografía. Un acercamiento autodidacta, mediante la lectura de una vasta bibliografía y el visionado de exposiciones que terminaron dándole lo que necesitaba: las herramientas para comenzar su itinerario como artista.
Fue precisamente tras visitar una muestra de William Eggleston cuando decidió comprar su primera cámara y carretes. “William Eggleston fue definitivamente un catalizador”. comenta
En un primer acercamiento a su producción, son varios los rasgos que llaman la atención al espectador. Por un lado, la estética que utiliza, nos referimos a esa puesta en escena vinculada a los años cincuenta y sesenta mediante vestuarios, caracterizaciones y objetos. Todo ello, generalmente ubicado donde ella vive, Los Ángeles. “Hay algo maravilloso en esta ciudad. Es a su vez fea y hermosa de un modo armónico. Ya sea el cielo azul perfecto, los edificios de los ‘80, las luces de neón o el telón montañoso de fondo. Realidad y artificio están aquí en un constante juego de lucha libre”.
A esto hay que añadir el aspecto cinematográfico con el que rodea sus composiciones. Focos lumínicos muy teatralizados, planos abiertos con un claro peso sobre un personaje dentro de una multitud. Y cómo no, un brillo y una sobresaturación únicos, además de aprovechar la fuerte luz de la Costa Oeste, la iluminación de relleno no falta, lo que ayuda a realzar tonos y matices, como tampoco el color, un elemento destacable dentro de la impronta narrativa de Prager. “La gente tiene una respuesta inmediata y emocional ante el color. Es una de las capas que pongo en mi obra para enmascarar y esconder, pero también para atraer al espectador”.
Fotógrafa autodidacta en un mundo plegado al sexo masculino y dentro de un universo tan patriarcal como el de EE.UU., es obligado preguntarle sobre los actuales movimientos de empoderamiento femenino, muy especialmente en su país con el MeToo. “Que cualquier mujer lleve a cabo lo que quiere, creo que es ya en sí un acto feminista. Lo que pienso sale directo de mi corazón y tiene esa perspectiva, pero cuando trabajo, mi género no me importa. Soy una bala de energía. Al final, son ideas universales que quieren hablar a y sobre la humanidad” Comenta.
La suma de todos estos elementos da forma a su canon creativo. Una obra que nos presenta como cierta una realidad sobreactuada. Con personajes sufridos y dramáticos, definidos por una iluminación rotunda y una estética y unos parajes tan contundentes como las propias mujeres que suelen dar el peso definitivo a su poética.
David Luna / Roomdiseño